Revolucionaria en el mundo de la moda.
El mundo de la moda se viste de luto para despedir a Mary Quant, la aclamada diseñadora británica ha fallecido en Londres, a los 93 años de edad, según ha confirmado su familia a través de un comunicado.
Modista, referente, visionaria y revolucionaria, una de las grandes mentes creativas del siglo XX, a ella se le atribuye el diseño y posterior popularización de la minifalda, así como de los microshorts.
Era 1964 cuando Quant decidió subir dos palmos el bajo de las faldas, dejando su largo en solo 34 centímetros. Un gesto inocente que propició una de las más escandalosas revoluciones estéticas de la historia. Tras ella, una joven de 30 años, formada en el Goldsmiths College of Art de Londres, con un corte de pelo made in Vidal Sassoon y ganas de libertad.
Porque, como tantos chicos y chicas de su generación, Mary Quant estaba cansada de esa Gran Bretaña de posguerra en la que el conservadurismo marcaba el paso también a los más jóvenes: había llegado la hora de derribar las barreras de lo socialmente correcto y asaltar las calles con sus ideas frescas, su música y, por supuesto, sus outfits. Sus dotes de empoderamiento femenino hicieron que este diseño triunfará como ninguna prenda lo ha hecho hasta ahora.
Quant se convirtió en todo un símbolo del modernismo, en un referente. Su huella perdurará para siempre en los libros y su nombre, en la memoria de los amantes de la moda.
Todo comenzó en 1955, en una inusual boutique de King’s Road: Bazaar, regentada por Mary Quant, Alexander Plunket Greene (quien, después, sería su marido) y un amigo de ambos. Aquella tienda se convertiría en más que un lugar donde comprar ropa: se trataba de un espacio de reunión para espíritus inquietos, donde era posible tomar algo, escuchar buena música y, claro está, hacerse con prendas ultra-cool.
Como lo que encontraban entre las firmas que les surtían no siempre era del gusto de los propietarios, Quant decidió dar salida a los diseños que ella creaba. Incluida esa falda más corta de lo que la decencia habría permitido y que, por cierto, le habían inspirado las bailarinas de claqué de la escuela donde recibía clases de ballet de niña.
Y esas minifaldas, cada vez más cortas, según demandaban las clientas, se convirtieron en santo y seña del legendario Swinging London, la movida con epicentro en el barrio de Chelsea donde los modernísimos Mini Cooper circulaban por sus calzadas, con temas de The Beatles, The Kinks o The Rolling Stones como banda sonora.
«Mis prendas eran audaces, quería que llamaran la atención por su fuerza y sus colores, para ofrecer a las jóvenes libertad, para que pudieran salir directamente después del trabajo, con un aspecto totalmente opuesto al de sus madres», recuerda la diseñadora en su autobiografía Quant by Quant: The Autobiography of Mary Quant (V&A).
«La sensación de vitalidad y entusiasmo estaba por todas partes, y yo quería llegar a todas aquellas personas que abrazaban esa liberación».
Es cierto que Mary Quant no fue la primera diseñadora que restó centímetros a las faldas femeninas; poco antes, el francés André Courrèges había incluido en sus colecciones de alta costura prendas más cortas de lo habitual.
Sin embargo, el logro de la británica fue incorporarlas al armario de las más jóvenes y, sobre todo, hacerlas asequibles a cualquier bolsillo.
Sí, la ‘mini’ se había democratizado, y la revolución de las piernas a la vista alcanzaba cualquier estatus social, llenando las calles de medio planeta, bajo el liderazgo de la modelo Twiggy y otras tops y celebridades de la época, como Jean Shrimpton, Pattie Boyd, Veruschka, Nancy Sinatra o Brigitte Bardot.
Tal fue el impacto que causó el invento de Quant que, un año después de haber vendido su primera minifalda en Bazaar, la reina de Inglaterra le concedió la Orden del Imperio Británico por haber liberado a las mujeres… y por haber ingresado millones de libras gracias a las exportaciones de su creación. God save the Chelsea look!
Pero la minifalda no llegó sola.
Bajo la icónica margarita que representaba la firma de la diseñadora, su imparable creatividad propició un street style protagonizado por medias de colores, botas por encima de la rodilla, cuellos Peter Pan de quita y pon, minipulls, impermeables de tonos intensos, leggings, gafas XL, pantalones de campana, sombreros de ala ancha o hot pants, muchos de ellos confeccionados con materiales tan atrevidos como el PVC, el látex y el plástico. Ahora bien, la revolución Quant no quedó solo en el armario, sino que saltó al tocador, gracias a su propia marca de cosmética a la que le debemos la laca de uñas en tonos azules y verdes, el rímel de colores y su famosa máscara de pestañas waterproof, que consagraría la mirada de la mismísima Twiggy.
Vía: Harpe’s BAZAAR ES
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