Nicaragua y Costa Rica se mantienen en máxima alerta meteorológica ante la inminente llegada de la tormenta tropical que afectará las costas caribeñas de ambos países centroamericanos.
De acuerdo al Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Estados Unidos, el ciclón con vientos de 65 kilómetros por hora y un movimiento de 31 km/h, se localizaba la noche del jueves a unos 730 kilómetros al este de la costa de Nicaragua.
«No se ha fortalecido, pero aún se espera que se convierta en tormenta tropical» a partir de este jueves, precisó el ente meteorológico de EE.UU.
La Comisión Nacional de Emergencias de Costa Rica declaró la alerta roja en 12 cantones de la parte norte del país centroamericano ante el impacto de la tormenta tropical.A través de un comunicado la CNE precisó que mantiene la alerta naranja en la otra parte de Costa Rica, excepto para el Caribe sur, que el miércoles pasó de verde a amarilla.
Sobre el fenómeno meteorológico, el Instituto Meteorológico Nacional costarricense (IMN) refirió que el mismo mantiene la trayectoria prevista de las últimas horas, ingresando a Nicaragua la noche del viernes.
De esa forma, indica, se desplazará cerca de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, con alta posibilidad de que se acerque al país durante la madrugada.
Las autoridades costarricenses desplazaron a unos 2.800 efectivos de la Fuerza Pública a la zona, donde se produjeron evacuaciones y también suspendieron las clases.
El INM señaló que la onda tropical estará saliendo al Océano Pacífico la mañana del sábado.Ante el avance del fenómeno, Nicaragua aceleró los planes de protección en la costa del Caribe y las islas de Corn Island y Little Corn Island, donde los pescadores movían tierra adentro sus embarcaciones.
Preparan todo para la llegada de tormenta tropical
El gobierno nicaragüense ha movilizado a más de 1.000 miembros de brigadas de rescate para evacuar y socorrer a la población en caso de emergencia.
En noviembre de 2020 los huracanes Eta y Iota golpearon a Centroamérica en un lapso de 15 días de diferencia. Ambos fenómenos dejaron al menos 244 muertos por deslaves e inundaciones y 2.5 millones de afectados.
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