Este sábado 22 de abril se celebra el Día de la Tierra o, tal como lo nombró la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Día Internacional de la Madre Tierra. En su declaración, los países signatarios expresaron su preocupación por el deterioro ambiental y los impactos negativos en la naturaleza resultantes de la actividad humana, por lo cual invitaron “a hacer uso, según corresponda, del Día Internacional de la Madre Tierra para promover actividades e intercambiar opiniones y visiones sobre condiciones, experiencias y principios para una vida en armonía con la naturaleza”.
En el programa Armonía con la Naturaleza impulsado por la ONU, el organismo reconoce que “el agotamiento de los recursos naturales en el mundo y la rápida degradación ambiental son el resultado de patrones de consumo y producción insostenibles que han tenido consecuencias adversas tanto para la Tierra como para la salud y el bienestar general de la humanidad”.
Desde entonces, y a lo largo de los años, se han ido adoptando una serie de resoluciones que contemplan diferentes perspectivas para la construcción de un nuevo paradigma no antropocéntrico en el que la base fundamental para la acción correcta e incorrecta en relación con el medio ambiente se base no solo en las preocupaciones humanas.
¿Cómo surgió la idea de tener un Día de la Tierra?
La resolución 64/196 de la ONU tiene un claro promotor: el exsenador estadounidense Gaylord A. Nelson, reconocido por su defensa del medio ambiente y por su activismo a favor del planeta durante la década de 1960. En el libro Más allá del Día de la Tierra: Cumpliendo la Promesa (Wisconsin Press, 2002), de Susan Campbell y Paul Wozniak, Nelson es descrito como el padre fundador del movimiento ambientalista moderno y creador de una de las campañas de concientización pública más exitosas e influyentes emprendidas en nombre de la administración mundial: el Día de la Tierra.
El prólogo del citado libro, a cargo del abogado y activista ambiental Robert Francis Kennedy (sobrino del expresidente Kennedy), asegura que el liderazgo de Nelson llevó a 20 millones de estadounidenses (10% de la población del país) a las calles en la mayor manifestación en la historia de los Estados Unidos. Ese 22 de abril de 1970, recuerda Kennedy, los manifestantes exigieron que los líderes políticos devolvieran al pueblo “los antiguos derechos medioambientales”.
Se trató, sin dudas, de un evento sin precedentes para el país.
“En esa extraordinaria muestra de poder popular, republicanos y demócratas trabajaron juntos y aprobaron 28 leyes importantes en los diez años siguientes para proteger el aire, el agua, las especies en peligro de extinción, los humedales y el suministro de alimentos”, destacó Kennedy.
Esas leyes, continúa el prólogo, se convirtieron en el modelo a seguir para más de 150 naciones que tuvieron sus propias versiones del Día de la Tierra y empezaron a invertir en su infraestructura medioambiental.
La triple crisis planetaria
El cambio climático
De acuerdo con un informe difundido en 2021 por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la profundización del cambio climático es un hecho ya innegable.
Asimismo, el citado documento del PNUMA estima que los cambios ambientales aumentarán y se acelerarán en los próximos decenios debido a una mayor expansión de las actividades humanas y a los desajustes temporales de los sistemas de la Tierra.
También vaticina que la sociedad está lejos de alcanzar el objetivo establecido en el Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a un nivel muy inferior a los 2 °C por encima de los niveles preindustriales y de procurar contener aún más el aumento de la temperatura para mantenerlo por debajo de 1,5 °C.
Para los especialistas que redactaron el documento, el calentamiento global antropogénico (que tiene origen en la actividad humana) de más de 1 °C ya ha provocado modificaciones en las zonas climáticas, cambios en los patrones de precipitación, derretimiento de las capas de hielo y los glaciares, aceleración del aumento del nivel del mar y eventos extremos más frecuentes e intensos, lo que supone una amenaza para las personas y la naturaleza.
Pérdida de especies
Tal como ejemplifica Álvarez, alrededor de un millón de especies de animales y de plantas se encuentran en peligro de extinción.
“¿Estarían así sin la influencia del hombre?” De acuerdo con la especialista, “la respuesta más segura es que no, porque habría una evolución permanente y constante de esas especies de animales y de plantas”, reconoce.
En su informe de 2019, la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) fue contundente con respecto al dramático declive de la biodiversidad.
El documento, del cual participaron 145 expertos de 50 países, advierte que la biodiversidad está disminuyendo globalmente a un ritmo sin precedentes en la historia humana y que el ritmo de extinción de especies se está acelerando, provocando graves impactos en las personas de todo el mundo.
Contaminación
Para referirse a la polución planetaria, Álvarez hizo mención al descubrimiento, en 2017, de desechos químicos producidos por la actividad humana en el fondo del Océano Pacífico noroccidental y al sureste de las islas Marianas.
La investigación, liderada por la científica Alan Jamieson de la Universidad de Newcastle, Inglaterra, y publicada en la revista Nature, determinó que en los rincones más remotos del océano pacífico, se hallaron bifenilos policlorados (PCB, por sus siglas en inglés) y polibromodifenil éteres (PBDE), utilizados como retardantes de llama en plásticos y espumas.
“Estos contaminantes se encontraron a unos 8.000 y 10.000 metros debajo del nivel del mar. Además de microplásticos, se encontraron en esos lugares remotos restos de isótopos radiactivos”, alertó la directora regional del PNUMA.
En el informe Hacer las paces con la naturaleza se detalla que hasta 400 millones de toneladas de metales pesados, disolventes, lodos tóxicos y otros desechos industriales entran cada año en las aguas de todo el mundo, poniendo en serio riesgo la salud planetaria.
La salud de la Tierra determina la salud humana
La triple crisis planetaria, advierte Álvarez, significa un riesgo para la especie humana. Desde el año 2000, la ONU adoptó el concepto “Una Sola Salud” para referirse a la interdependencia entre todos los habitantes de esta casa común: la Tierra.
Un claro ejemplo de esta interdependencia lo aporta la directora regional del PNUMA, al indicar que la ciencia es clara al advertir, a través de diversos estudios, que el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes que afectan a humanos son de origen animal.
En ese sentido, el informe Hacer las paces con la naturaleza asegura que las enfermedades que se originan en animales salvajes y domésticos (zoonosis) suponen un peligro para la salud humana y la economía, como lo demuestra la pandemia de COVID-19.
El documento explica que los efectos humanos que pueden potenciar el riesgo a generar nuevas enfermedades zoonóticas son, entre otros, el cambio climático, el cambio y la fragmentación del uso de la tierra, la intensificación agrícola, la deforestación y el comercio legal e ilegal de especies silvestres.
Como contracara, el informe enfatiza que la clave es pensar y actuar con un enfoque que considere “Una Sola Salud” mediante el cual se reconozca que la salud humana está interconectada con la salud de los animales, las plantas y el medio ambiente compartido.
¿Qué se puede hacer para vivir en armonía con la naturaleza?
Aunque el escenario planetario parezca desalentador, la ciencia insiste en que podemos y debemos hacer cambios profundos para revertir la crisis.
“Tenemos que vivir en paz con la naturaleza y reconocer a nuestra Tierra como el medio no solamente en el que vivimos, sino al que tenemos que cuidar y proteger”, expresó Álvarez, quien destacó la efeméride como un punto de inflexión para reconocer que los ecosistemas son nuestra casa y que de no alcanzar la armonía con ellos, la supervivencia de la especie humana penderá de un hilo.
Lejos de cualquier mirada derrotista, Álvarez aconsejó dar pasos firmes y constantes para marcar la diferencia.
De ahí que el Día Internacional de la Madre Tierra sea, como dice Álvarez, una muestra de la necesidad de un cambio hacia una economía, producción y consumo más sustentables, que permitan a la humanidad vivir en armonía con la naturaleza.
Considerando que en las cadenas productivas del modelo económico actual, el consumo y la responsabilidad individual tienen un poder fundamental, la especialista enfatizó que el consumo determina las decisiones de gobiernos y empresas para transformar los sistemas económicos y financieros del presente y del futuro.
El Día de la Tierra propone recuperar la armonía con la naturaleza en un momento en el que los síntomas vitales del planeta son alarmantes y donde la diferencia para el cambio depende del verdadero cambio de los patrones de consumo de las sociedades que habitan la aldea global.
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