Argentina la quería más y la tuvo. La marea de aficionados sudamericanos tiñeron de albiceleste un Estadio Wembley del que se fueron contentos con su selección, campeona de la nueva Finalissima, gracias a una goleada 0-3 que certificó sobre el final Paulo Dybala.
Los de Lionel Scaloni merecieron el título y lo lograron con un triunfo sólido ante una Italia aún deprimida por la no clasificación para el Mundial. La ocasión para resarcirse, para espantar la vergüenza de faltar a otra Copa del Mundo, fue desperdiciada por el equipo de Roberto Mancini, que nunca se tomó en serio el compromiso en Wembley.
Mucha más concentrada estuvo Argentina, que se comprometió para demostrar que puede ganar y competir contra los equipos europeos. Lo pasó por encima. Le robó la posesión y bombardeó con múltiples ocasiones, sobre todo en la segunda mitad, cuando los huecos despertaron la creatividad de Leo Messi, el gran protegido de la hinchada albiceleste.
Ovacionado cada vez que tocaba el balón y agradecido con su público, al que se acercó a saludar en la previa del partido, de las botas de Messi salió el primer tanto. El genio rosarino, de espaldas a la portería rival, se giró en una baldosa, dejando atrás a Di Lorenzo, se metió en el área y habilitó sin portero a Lautaro Martínez.
Él solo deshilachó el encuentro y Lautaro dio la puntada del gol. Para el segundo el del Inter se vistió de asistidor, pues le puso una pelota filtrada a Di María cuando el árbitro ya oteaba el descanso. Entre los dos centrales pasó la pelota y por encima de Donnaruma la picó el «Fideo», que sigue sin equipo, pero al que no faltarán novias este verano.
El ex del PSG buscó el doblete y lo rozó con dos intentos desactivados por su ya excompañero. Donnaruma, coronado campeón de Europa en este campo, fue el que evitó una humillación italiana. Paró todo lo que pudo tanto a Messi como a Di María y sus guantes mantuvieron a Italia en la competición.
El 0-2 les había alejado de un título hecho para la albiceleste, por el homenaje a Diego Armando Maradona previo al partido y por las ganas que le echó la hinchada para desplazarse en masa hasta La Catedral.
Para coronar la derrota azzurri apareció Paulo Dybala, desplazado a la suplencia por Gio Lo Celso, y que jugó el tiempo de descuento para aprovechar un rebote de Messi en la frontal y acomodarla junto al palo.
Argentina lo quiso más y conquistó la Finalissima para rememorar su última aventura en la Artemio Franchi, la prehistoria de este torneo que vio campeonar a Maradona en 1993 en Mar de Plata.
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