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Bolívar está de regreso a la vanguardia de la Celac

El genio de Simón Bolívar, Padre de la Patria y Libertador de 5 de las naciones que hoy conforman Latinoamérica, fue la piedra angular para apuntalar un discurso diplomático que, más allá de una integración regional, buscan renovar la visión de unión entre los pueblos americanos, a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), sin tutela.

La Celac se concretó en Caracas en diciembre de 2011; un esfuerzo del comandante Hugo Chávez, junto a líderes de la talla de Néstor Kirchner, Evo Morales y Luiz Inacio Lula Da Silva, que alzaron las banderas del antiimperialismo.

La reunión en México de cancilleres de la Celac coincidió con el aniversario 238 del natalicio de Bolívar, y el Gobierno mexicano decidió honrar al americano más relevante del siglo IXX y levantar las banderas antiimperialistas del pensamiento y acción del líder.

Todo apunta al retorno de la diplomacia mexicana al papel no tutelado que tuvo otrora, antes de que en 2002 el entonces presidente, Vicente Fox, le pidiera al líder cubano Fidel Castro que se fuera para no enojar a la Casa Blanca, y que por favor no dijera nada.

Porque aunque cercano a Estados Unidos, México tuvo dignidad diplomática en el siglo XX, hasta la llegada de Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, a quienes abrirán juicio por corruptos si el pueblo vota sí el domingo.

Este año, el canciller de México, Marcelo Ebrard, bautizó “Simón Bolívar, el Libertador” el patio del Instituto Matías Romero, que forma diplomáticos de su país, y en ese primer homenaje Ebrard destacó “la actualidad y la pertinencia del mensaje del libertador latinoamericano y de todos los que abrazaron la causa de actuar en conjunto para enfrentar las adversidades.

Luego, en un discurso sobre Simón Bolívar, al que reaccionaron de inmediato las derechas e izquierdas mundiales, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (Amlo), citó cómo El Libertador “decidió luchar por causas grandes, nobles y justas”, y lo destacó entre las “virtudes excepcionales” que compate el caraqueño con Miguel Hidalgo y José María Morelos; padres de la patria mexicana, al tiempo que invitó a seguir hoy sus ejemplos.

López Obrador estableció así el parangón antiimperialista entre los próceres venezolanos y mexicanos, mismo que dio vida a la Celac en cotraposición a la doctrina Monroe, cuya máxima expresión en la actualidad es la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede física e ideológica en Washington.

Y es que entendiendo por americanos a las oligarquías estadounidenses, la OEA profesa la máxima monrouista de una “América para los americanos”. Mientras que a la cumbre fundacional de la Celac, de 2011 en Caracas, se presentaron 33 gobiernos de izquierda y de derecha bajo el lema de continuar “el camino de nuestros libertadores”, para así, excluyendo a Estados Unidos y Canadá, lograr la unión de todos y cada uno de los países del continente, es decir, los pueblos al sur del Río Bravo en una sola patria sin la tutela del llamado imperio trasatlántico de Estados Unidos y Reino Unido.

El pasado sábado se reunieron los cancilleres en medio de un paisaje político que ha cambiado significativamente en los últimos diez años. México, con la presidencia pro témpore de la Celac, tiene, por ejemplo, a Amlo a la cabeza de un gobierno que se define socialista, muy distinto al de Calderón que llegó en 2011 a la Celac.

Otro gran cambio está en Perú, donde fue investido el maestro de escuela rural, Pedro Castillo, como primer presidente ajeno a la oligarquía colonial.

En ese lapso nació además el llamado grupo de Lima, al que los votos de los pueblos ha disuelto sin pena ni gloria.
Pero también en 10 años, en sentido opuesto al camino de los libertadores y con un alto costo para la unión, Dilma Rousseff, tras un golpe parlamentario fue separada de la presidencia de Brasil y que hoy ocupa el ultraderechista y fanático religioso Jair Bolsonaro.

Igual suerte corre aún Ecuador, con el empresario Guillermo Lasso de presidente, luego de que a la Revolución ciudadana, liderada por Rafael Correa, se colara Lenín Moreno, a quien el mismo Correa alzó la mano e impulsó hasta el Palacio de Carondelet, mientras que Argentina sufrió la restauración endeudándose como nunca en los cuatro años que, tras ganar las elecciones en 2015, Mauricio Macri la condujo.

Así mismo Bolivia, durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez, sufrió un año de regresión, despojo y violencia tras el golpe de Estado militar y policial que derrocó a Evo Morales.

Pero quizá lo peor del regreso de la derecha a Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador, fue que en coro con los gobiernos de Colombia, Chile y Guyana, destruyeron la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), punto a favor de la Casa Blanca y la doctrina Monroe.

Banderas bolivarianas. Se extinguió Unasur; una de las grandes expresiones del impulso de izquierda en América a principios del siglo XXI, y la Celac, parecía ser la siguiente, pero se levantan nuevamente banderas bolivarianas que nunca se arrearon en el Alba-TCP  (Alianza Bolivariana para  Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos), que goza de buena salud.

El Alba-TCP nació luego de que gobiernos, partidos, sindicatos y organizaciones sociales del continente, atizados principalmente por Chávez, Kirchner y Lula, y ante la mirada desconcertada del mismísimo presidente de Estados Unidos, George Bush, en la IV Cumbre de las Américas, de 2005, en Mar del Plata, Argentina, enterraron la propuesta que desde 1994 planeaba la Casa Blanca, de un Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), afrenta que ninguno de los subsiguientes presidentes de Estados Unidos perdonaría nunca.

No más tutela.  “Ya es momento de una nueva convivencia entre todos los países de América, porque el modelo impuesto hace más de dos siglos (por Estados Unidos) está agotado, no tiene futuro ni salida y no beneficia a nadie”, dijo López en su homenaje a Bolívar.

“No debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie; mediador a petición y aceptación de las partes en derechos humanos y democracia. Es una gran tarea para buenos diplomáticos y políticos como los que, afortunadamente, hay en todos los países de nuestro continente”, dijo.

Refirió el “difícil periodo de las guerras independentistas” y cómo “los gobernantes estadounidenses, con óptica enteramente pragmática, siguieron los acontecimientos con sigiloso interés” y desde 1810 maniobraron “conforme a un juego unilateral”, para reconocer hacia 1822 a las nuevas Repúblicas, garantizando para sí la nueva área de influencia y un año más tarde definir su política imperialista en voz de su presidente James Monroe.

“La consigna de ‘América para los americanos’ terminó de desintegrar a los pueblos del continente y destruir lo edificado por Bolívar”, dijo López.

Describió cómo “a lo largo de casi todo el siglo XIX se padeció constantes ocupaciones, desembarcos, anexiones y a nosotros (México) nos costó la pérdida de la mitad de nuestro territorio con el gran zarpazo de 1848”.

Recordó de 1898, “el sospechoso hundimiento del acorazado Maine en La Habana, que da lugar a la enmienda Platt y a la ocupación de Guantánamo”. como hito que configura la expansión de Estados Unidos, “para definir su espacio físico-vital en toda América”.

López Obrador repudió que “desde aquel tiempo, Washington nunca ha dejado de realizar operaciones abiertas o encubiertas contra los países independientes situados al sur del Río Bravo”.

También destacó a Cuba como el país que a diferencia de sus vecinos “durante más de medio siglo ha hecho valer su independencia enfrentando políticamente a Estados Unidos”.

“Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña”, aseguró.

Dijo que sin importar el disgusto de la derecha, “por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio a la dignidad y esa isla debe ser considerada la nueva Numancia, por su ejemplo de resistencia, y declarada patrimonio de la humanidad”.

López retomó también la propuesta que en 2011 hicieron en Caracas los gobiernos progresistas que visualizaban un bloque económico capaz de enfrentar las desproporciones que desencadenarían, como se ve una década más tarde, una guerra híbrida entre las economías de China y Estados Unidos.

“Apliquemos los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las controversias”, pidió como base de respeto en ese bloque e invitó a seguir “la premisa de George Washington, según la cual, “las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos”.

Refirió que aunque parezca utópico “debe considerarse que sin el horizonte de los ideales no se llega a ningún lado y vale la pena intentarlo. Mantengamos vivo el sueño de Bolívar”, propuso a los miembros de la Celac y para que el bolivarianismo regrese a la vanguardia.

Nuevo momento de unión latinocaribeña. Del discurso de López y el reimpulso a la región latinocaribeña, el presidente Nicolás Maduro vaticinó que se avecina “un segundo momento donde hay que rescatar las ideas originales y acelerar los procesos de unión”.

“Hoy estamos en condiciones de acelerar la unión de repúblicas. América Latina se tiene que plantear la gran meta de construir un poderoso bloque de poder”, y sentenció que “la OEA está muerta hace tiempo y no se ha dado cuenta”.

Antes, en la reunión de cancilleres de la Celac, el titular de Exteriores, Jorge Arreaza, destacó la vigencia de Bolívar “para hacer frente a los peligros comunes y conciliar las diferencias” entre países plenipotenciarios de América Latina y el Caribe que se sientan a la mesa de la Celac. “El Libertador dejó marcado el camino a seguir”, dijo a sus homólogos.

“Es aquí en la Celac donde esa vigencia (bolivariana) se hace más viva, más latente. México, en estos años de dificultad, ha logrado que la Celac no corra la misma suerte de la Unasur”, explicó, y aseguró que “las palabras del presidente López Obrador fueron doctrinarias, luces que lanzó para que los pueblos de América Latina entiendan el momento histórico, de guerra política y cultural para conformar la unidad latinoamericana” y que “si México se asume como una de las grandes potencias, tendremos nosotros parte de la batalla ganada”.  

Derecha enojada. La derecha internacional se expresó a través de sus grandes medios para salir al paso del discurso de López y revertir que alborote ideas de unión que con tanto esfuerzo ha combatido desde la irrupción de Chávez a la escena política mundial, además de rechazar que otra vez sea el pensamiento de Bolívar usado como hilo conductor de esa unión.

En EFE, por ejemplo, se puede leer que “lo cierto es que no es mucha la relación entre México y Bolívar”, al tiempo que se reduce la propuesta planteada por López Obrador de fortalecer a la Celac, que ya cumple 10 años, a la idea de que el mandatario se limitó a “pedir el reemplazo de la OEA y proponer un nuevo modelo de integración para la región”, asegurando incluso que “no detalló su propuesta de un nuevo mecanismo de integración”, como si el discurso no hubiese explicado que la Celac y su visión desde Bolívar es el mecanismo que se opone a la OEA y con su visión  desde Monroe.

Por su parte, El País, consultó a expertos que reducen el discurso del mexicano a un disgusto con Luis Almagro, secretario de la OEA. Llegan a titular: López Obrador pide crear en Latinoamérica “algo semejante” a la Unión Europea, desconociendo con ese titular una década de trabajo en la Celac.

Leisis San Luis

Licenciada en Comunicación Social mención impreso, productora radial, especialista en estrategia comunicacional política, corresponsal de FM Center, Sub-Directora de El Bolivariano (Caracas).

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